Otro sábado a la mañana en el pueblo: el sol pega fuerte, está pesado y hace calor desde temprano. Se necesita algo de coraje para aventurarse a recorrer las calles calientes, pero es un lindo día de fines de noviembre. Podríamos dejarnos llevar por esas mismas calles hasta la estación y tomar el caminito para cruzarnos con grupos de amigos y familias charlando sobre el césped, como cualquier otro fin de semana.

Pero el 27 de noviembre el escenario que nos recibe no es el de siempre: hay mariposas violetas en los árboles y frases escritas al final del camino, algunas consignas en afiches y algunos nombres pegados en la vereda. Una bandera del Colectivo de Mujeres de San Jerónimo Sud colgada entre dos árboles, gente charlando y haciendo cosas. Si no fuera por los pinceles y los tarros de pintura, las mariposas de cartulina y la bandera, este grupo de mujeres y pibas que charlan, escuchan música y se ríen podría confundirse con cualquier otro grupo de gente haciendo lo que suele hacer la gente los fines de semana en los espacios verdes: juntarse, conversar, jugar, tomar mate, disfrutar del día. La diferencia es que estas mujeres están reunidas por una razón concreta, la de intervenir el espacio artísticamente para recordar una fecha: 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

La pregunta “por qué viniste” recibe distintas respuestas. “Para que no estemos nunca más solas”, afirma Maru. “Tenemos que llamar un poco más la atención para que la gente se sume”, comenta Sofía y agrega: “Hay gente que todavía no entiende muy bien qué es el 25N y necesitamos que se difunda más”.

Alguien acerca una escalera, otra revuelve un tarro de pintura; alguien más toma un aerosol y fija esa fecha en color violeta sobre un fondo blanco: 25N. Esa es la excusa que llevó a este grupo de mujeres a juntarse un sábado a la mañana y realizar la primera intervención del colectivo en San Jerónimo.

Ahora que la pandemia (y la vacunación) parece darnos un respiro después de muchos ─largos─ meses de encierro y aislamiento obligatorio, la necesidad de encontrarse, charlar y compartir un mismo espacio se hace cada vez más evidente. Y esa necesidad resulta aún más apremiante si el foco se pone en la violencia de género: en un año que ya registra 227 femicidios y 10 travesticidios ─muchos de los cuales se producen dentro del entorno familiar o conyugal─, la obligatoriedad de quedarse en casa solo podía agravar esta situación. De ahí la importancia de que existan espacios seguros y organizados, donde se encuentre contención y acompañamiento, sobre todo en localidades pequeñas. Romina aprovecha para explicar que “el grupo se junta todos los lunes a las 19 horas en la plaza que está frente al centro de jubilados, las reuniones son abiertas pero confidenciales, y el colectivo de mujeres es un espacio seguro y apartidario”.

Martina tiene 17 años y dice que es la primera vez que puede participar en una actividad del colectivo. “Me pareció importante hacer esto. No quería quedarme en mi casa con los brazos cruzados; quiero hacer algo para ayudar a concientizar y esta idea me pareció muy creativa”. Vero agrega: “Hace mucho que estamos trabajando y necesitábamos que ese trabajo se viera. La idea es que la gente que pasa lo vea, se quede pensando, averigüe, pregunte. Eso”.

“Hay que comprometerse”, afirma Caro. “Hay que tomarse un tiempo para pensar, y en colaboración siempre es mejor”. “Lo principal es acompañarnos entre todas, llegar de alguna forma a todas las chicas y mujeres del pueblo que se puedan sumar. La lucha es colectiva”, asegura Luz. “Si somos más, tiramos más parejo”, arenga Daniela con una sonrisa.